OVRLands, ¿el gran mercado inmobiliario del Metaverso?
Los expertos no se ponen de acuerdo en si se trata de un próspero mercado virtual incipiente o una simple burbuja especulativa sin fundamento. Son las OVRLands, populares y mediáticas parcelas digitales que se venden en el metaverso.
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Antonino Comesaña, un experto en inversiones tecnológicas nacido en Vigo hace 48 años, es el propietario de la versión de virtual de un tramo de la madrileña calle Serrano. La real le hubiese costado varios millones, una auténtica fortuna al alcance solo de los principales fondos de capital riesgo del planeta, pero por su alternativa en el Metaverso pagó en subasta el equivalente a poco más de 50 euros.
Lo hizo, según reconocía en una entrevista con La voz de Galicia, como inversión un tanto especulativa y, previsiblemente, a largo plazo. La expectativa de negocio pasa porque OVR, el universo virtual del que forma parte el terreno adquirido por Comesaña, acabe convirtiéndose en un éxito y acumule millones de visitantes. Si eso ocurre, el inversor vigués podrá vender su parcela al mejor postor o “llenarla de contenido”. Es decir, alquilar en ella espacios publicitarios o instalar un centro comercial virtual, tal vez un casino o una sala de conciertos.
“Yo suelo apostar por los proyectos cuando casi nadie los conoce”, explica Comesaña, “porque es cuando ofrecen una mejor relación entre riesgo y recompensa”. A juzgar por sus palabras, el momento óptimo para invertir en parcelas virtuales en el metaverso con fines especulativos era la primavera de 2021. Desde entonces, el universo OVR ha obtenido una cierta cobertura mediática, centrada sobre todo en la posibilidad de que estuviese contribuyendo a la creación de una burbuja inmobiliaria virtual.
En Europa, el foco principal se sitúa en la estrecha franja que une a las ciudades italianas de Milán, Venecia y Udine, con más de 37.000 parcelas vendidas.
Compre ahora, dentro de unas horas será más caro
Un año después, OVR ya no resulta tan novedoso, pero viene a ser, en cualquier caso, la más rentable y popular hasta la fecha de las iniciativas basadas en vender parcelas en el Metaverso. The Sandbox, Decentraland, Earth 2 y la plataforma española Uttopion serían las principales alternativas. Todas parten de un mismo principio, la creación de entornos virtuales complejos y muy segmentados que se ofrecen en subasta pública y se pagan, por lo general, en criptomonedas. OVR ha destacado sobre el resto por el alto grado de ambición de su propuesta y la robusta base tecnológica que lo sustenta.
En esencia, se trata de una capa digital o reproducción virtual del planeta Tierra que se divide en 1,6 billones de parcelas hexagonales, de alrededor de 300 metros cuadrados cada una, bautizadas como OVRLands. Cada una de esas parcelas es un activo que se adquiere en subasta y, a partir de ahí, pasa a ser propiedad exclusiva de su comprador, que puede explotarlo, alquilarlo o venderlo en un mercado secundario completamente descentralizado, sobre el que los creadores del universo OVR no tienen ningún control directo.
OVR es una iniciativa de OVER-Over the Reality, una startup italiana con sede en la ciudad italiana de Udine y cuyo CEO es el ingeniero de software experto en realidad aumentada Davide Cuttini. Para comprobar las actuales dimensiones del proyecto, basta con echar un vistazo a su página, www.overthereality.ai. A modo de interfaz principal, la página muestra un mapa del mundo que puede aumentarse o disminuirse a voluntad y que ofrece información básica sobre el número de parcelas vendidas y disponibles y su ubicación geográfica concreta.
En el momento de escribir este artículo, había 157 subastas en curso y se habían vendido un total de 839.905 parcelas. Esa cantidad aumentaba a un ritmo aproximado de entre cinco y diez parcelas por hora. El importe global de las compras realizadas era de 6.940.950 tokens OVR, la criptomoneda de curso legal en este universo. Se trata de una cifra difícil de traducir a dinero real, dado que la cotización del OVR ha sufrido bruscas oscilaciones en el último año, alcanzando picos superiores a los dos euros, pero también valles inferiores a los diez céntimos. Más aún, una parte de esos tokens no fueron adquiridos con dinero, sino obtenidos participando en una serie de actividades virtuales, como búsqueda del tesoro similares a los del juego Pokémon Go, que los promotores de OVR organizaron para dar a conocer y popularizar su divisa.
Un fenómeno europeo y estadounidense
La segmentación territorial de las parcelas vendidas resulta particularmente interesante. Aunque todo el planeta ha sido ya cartografiado y parcelado, de manera que hasta el último metro cuadrado forma parte de alguno de los OVRLands, las parcelas van saliendo a subasta de manera gradual, dando prioridad a las áreas en que existe mayor demanda. Así, siempre según la información proporcionada en tiempo real por OVER, mientras que apenas hay OVRLands disponibles en los desiertos de Asia Central o en remotos atolones del Pacífico, Europa Occidental y la Costa Este de los Estados Unidos concentran una parte muy sustancial de las parcelas vendidas con, respectivamente, 309.000 y 122.000.
En Europa, el foco principal se sitúa en la estrecha franja que une a las ciudades italianas de Milán, Venecia y Udine, con más de 37.000 parcelas vendidas, pero le siguen muy de cerca las áreas metropolitanas de Barcelona (21.000), Valencia (19.000) y Madrid (17.000). La ciudad de Barcelona supera ya las 11.000 parcelas, con más de 2.000 en los barrios de Barceloneta y Ciutat Vella y cerca de 4.000 en el Eixample, concentradas sobre todo en el entorno de plaza Catalunya y paseo de Gràcia. En el momento en que realizamos la consulta, había ofertas en curso para cuatro parcelas contiguas situadas en el paseo Marítimo barcelonés.
Para optar a cualquiera de ellas, hay que darse de alta en la plataforma de cadena de bloques (blockchain) de código abierto Ethereum, descargar una cartera de autocustodia de activos digitales como Coinbase Wallet y comprar tokens OVR. Llegados a este punto, ya se puede participar en la subasta. Basta con acceder al mapa interactivo, consultar qué parcelas están disponibles, seleccionar la que se desea y realizar una oferta. El precio de salida mínima son diez dólares, pero la mayoría de las transacciones realizadas en los últimos meses se mueve en la franja de los entre 50 y 100 euros. Trascurridas 24 horas, si nadie supera la oferta realizada, la parcela se adjudica.
¿Para qué sirve un OVRLand?
Una vez comprada una esquina virtual del nuevo Santiago Bernabéu o una porción del puerto industrial de Róterdam, la pregunta es qué puede hacerse con ellos. En el actual momento de desarrollo de esta sección concreta del Metaverso, lo cierto es que estas propiedades son sobre todo objeto de transacciones económicas en el mercado secundario. Sus compradores esperan a que, por cualquier circunstancia, suban de precio y las ponen a la venta, en una dinámica especulativa que ha llamado la atención de los analistas pero que parece estar remitiendo en los últimos meses.
A medio plazo, tal y como explicaba Comesaña, si OVR triunfa y se impone como estándar preferente en el mercado de parcelas virtuales, sus propietarios las utilizarán para ofrecer contenido publicitario, comercial y de ocio. Tiendas virtuales, casinos, salas de conciertos en que actuarán avatares de artistas internacionales de éxito…
Las posibilidades son muy amplias. En última instancia, el éxito de este universo alternativo dependerá de la capacidad de los propietarios para hacer un uso creativo y comercialmente atractivo de sus parcelas. Eso contribuirá más que ninguna otra cosa a que sean espacios de interacción digita valiosos y que su precio aumento. De ahí que OVER exhorte abiertamente a los compradores a ofrecer lo antes posible ese contenido, denominado de manera genérica OVRExperiences.
Estas experiencias virtuales, disponibles tanto para aplicaciones de teléfonos inteligentes como en plataformas de realidad virtual, aumentada o mixta, son las que acabarán definiendo el carácter definitivo del entorno virtual y determinando sus posibilidades de éxito. De momento, lo que tenemos es una serie de activos digitales potencialmente valiosos y adquiridos, por lo general, a un precio módico que pueden ser tanto moneda de cambio como sede virtual de nuevos modelos de negocio que hoy apenas intuimos. Adquirirlos puede acabar resultando una simple pérdida de tiempo y dinero o una operación muy lucrativa, como ya ocurrió con los dominios digitales que empezaron a comercializarse en la década de 1990. Es más, a medio plazo, como ocurre con el conjunto de las criptomonedas, NFT’s y el resto de activos digitales de nuevo cuño, algunos OVRLands pueden convertirse en propiedades de gran valor, objeto de codicia y potenciales amenazas, que habrá que custodiar, en lo que constituirá un nuevo ámbito de actividades para la seguridad privada: la protección tanto activa como preventiva de bienes inmobiliarios virtuales.
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