Desinformación, ‘fake news’, ciberasaltos… Cómo combatir las amenazas híbridas
De la inmigración convertida en arma de extorsión geopolítica a los sabotajes de infraestructuras, ciberataques o las campañas de intoxicación informativa. Descubrimos cómo las amenazas híbridas se están intensificando y diversificando.
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En palabras de Carlos Galán, del Real Instituto Elcano, las amenazas híbridas son “nuevas herramientas que se utilizan para hacer realidad viejas aspiraciones”. Galán considera que pueden definirse como “acciones coordinadas y sincronizadas –con origen habitualmente, pero no solo, en los servicios de inteligencia de los agentes de la amenaza– que atacan deliberadamente vulnerabilidades sistémicas de los estados y sus instituciones a través de una amplia gama de medios y en distintos sectores (políticos, económicos, militares, sociales, informativos, infraestructuras y legales) utilizando el ciberespacio como la herramienta más adecuada y versátil para sus propósitos”.
Parafraseando a Carl von Clausewitz, las amenazas de este tipo serían la continuación de la guerra por otros medios. En palabras de José María Blanco Navarro, mánager de Prosegur Research y profesor de Relaciones Internacionales y Criminología de la Universidad de Comillas, “un amplio abanico de posibles actos hostiles en la zona gris entre la paz y la guerra”. Se trata de acciones de sabotaje como la sufrida a finales de septiembre por el gasoducto Nord Stream, pero también atentados terroristas, presiones políticas, diplomáticas o económicas y, cada vez más, campañas de desinformación o propaganda, fake news, ciberasaltos y ataques a infraestructuras digitales…
“Un amplio abanico de posibles actos hostiles en la zona gris entre la paz y la guerra”. José María Blanco Navarro, mánager de Prosegur Research.
Blanco añade que las amenazas híbridas son muy variadas, pero suelen tener en común la pretensión de desestabilizar a las sociedades que las reciben causando daños objetivos y, sobre todo, creando una sensación de caos y de incertidumbre tanto en su esfera institucional como entre sus opiniones públicas. Para Carmen Jordá, responsable de la Oficina de Inteligencia y Prospectiva en Prosegur y profesora de la Universidad Camilo José Cela, “se trata de estrategias de desestabilización que han demostrado su eficacia y resultan muy difíciles de contrarrestar”. Añade que hay que combatirlas con tecnología, desarrollando la capacidad de respuesta sobre el terreno, pero también empoderando a las personas y potenciando su resiliencia y antifragilidad. Cuanto más híbrida sea la amenaza, más cambiante e incierta, por eso la combinación adecuada de personas con tecnología se hace más necesaria.
Guerras clandestinas (y silenciosas)
El concepto tiene ya un cierto recorrido. Tal y como explica Guillem Colom, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, empezó a utilizarse con cierta frecuencia a partir de 2006, durante el conflicto entre Israel y Palestina, cuando se hizo evidente que “gracias a la financiación iraní, la milicia Hezbolá disponía de un arsenal bélico (drones, misiles anticarro…) que más bien parecía propio del ejército regular de un estado”. Para describir este tipo de acciones a medio camino entre agresiones irregulares y conflictos militares convencionales, por entonces novedosas, se echó mano de un concepto que ya circulaba en el ámbito de los estudios geoestratégicos, guerra híbrida.
El concepto se ha consolidado tanto en el ámbito académico como en los medios de comunicación o las redes sociales. Con el tiempo, ha ido ganando en versatilidad y elasticidad, y hoy, señala Colom, se usa para referirse a acciones coercitivas de todo tipo” realizadas tanto por gobiernos como por agentes no estatales y, en algunos casos, dotadas de una robusta base tecnológica.
Contra la confusión, claridad
Cuando un concepto se populariza y empieza a formar parte de la conversación cotidiana, existe el riesgo de que se desvirtúe y pierda parte de su sentido original. Algo así está ocurriendo, en opinión de Blanco, con el de amenazas híbridas.
Para contribuir a precisar las fronteras de este fenómeno cada vez más importante, el CIDOB (Barcelona Center for International Affairs) acaba de hacer público su informe Amenazas híbridas, orden vulnerable. La tesis central del estudio es, en palabras del director del CIDOB, Pol Morillas, que las amenazas híbridas se están intensificando y diversificando en los últimos años, y se han convertido ya en “uno de los principales elementos desestabilizadores del orden liberal”. El centro de estudios las enmarca en el contexto de lo que describen como “el resurgir de la geopolítica y el surgimiento de nuevos espacios para la confrontación ente potencias internacionales”. Un nuevo marco de conflictividad creciente cuyo efecto más dramático es la invasión rusa de Ucrania, pero que también se manifiesta en fenómenos como la compleja relación trilateral entre Estados Unidos, China y la Unión Europea.
El documento del CIDOB arranca con un primer artículo en el que Pol Bargués y Mussa Bourekba definen con precisión los conflictos híbridos destacando sus principales características: la incertidumbre que los envuelve, ya que hacen que cada vez resulta más confusa la barrera que separa la guerra de la paz; la aparición de nuevas tácticas para explotar las vulnerabilidades de los estados, y, como novedad crucial, que esas tácticas se orientan, cada vez más, a buscar la erosión de los valores y la legitimidad de los sistemas políticos del adversario. No a conseguir la victoria, sino a fomentar el caos.
La mentira como arma arrojadiza
La periodista y profesora Carmen Colomina participa en el trabajo colectivo con un análisis del uso creciente de “la palabra como arma”. Colomina explica cómo “la vieja propaganda, amplificada exponencialmente por la tecnología y la hiperconectividad, ha multiplicado su potencia y su sofisticación”, conduciendo a mundo a una nueva era de desinformación sistemática y “batalla global por la narrativa”. Para la investigadora, es importante resaltar que “los abusos de poder, los sistemas políticos disfuncionales, las desigualdades y la exclusión” constituyen los “caldos de cultivo” para que la desinformación tenga éxito. En consecuencia, esforzarse por corregir esas vulnerabilidades y por crear sociedades más inclusivas, funcionales y justas es la mejor estrategia para resistir a las acciones desestabilizadores de “potencias tecnoautoritarias como Rusia o China”.
Otros temas que cubre el informe son el uso de las inmigraciones como amenazas híbridas (un fenómeno estudiado por la historiadora y antropóloga Blanca Garcés), las estrategias que puede desarrollar una democracia para sobrevivir a amenazas híbridas (desde la perspectiva del analista geopolítico John Kelly), los ataques híbridos a infraestructuras críticas y la cada vez más masiva y difícil de contrarrestar proliferación de ciberarmas (en artículo de Manel Media Llinàs, profesor de la UPC) y, finalmente, los actuales espacios geográficos de confrontación.
En este último apartado, Andrey Makarichev, Yulia Kurnishova, Guillem Colom, Inés Arco Escriche y Eduard Soler i Recha hacen un repaso de los principales focos de amenazas híbridas del planeta, de China al Magreb pasando por una Ucrania en que, según destaca el informe, “la reacción de la sociedad ucraniana es también híbrida, una historia de resiliencia”, ya que no responde a la acostumbrada lógica vertical (un gobierno y un ejército dan órdenes que civiles y soldados obedecen), sino que la sociedad ucraniana ha demostrado “un alto grado de autonomía y capacidad de autogestión”.
Ese podría ser el rayo de sol al final del túnel de las amenazas híbridas: contra intentos de desestabilización cada vez más sofisticados, la respuesta pasa por sociedades más articuladas, mejor informadas, con mayor capacidad crítica y, en consecuencia, más y mejor capacidad de respuesta.
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