Siete claves sobre el Día Mundial de la Eficiencia Energética y cómo Prosegur apuesta por ella

En los últimos años, las políticas de eficiencia energética están poniendo muy especialmente el foco en la sostenibilidad de los transportes y flotas de vehículos. Prosegur está renovando su flota, tanto pesada como ligera, en sintonía con la normativa de movilidad Euro VI. Eso implica un incremento muy notable del número de vehículos con categoría ambiental ECO, con preferencia por los híbridos o completamente eléctricos. Hace tres años arrancó en España la implementación de un nuevo modelo de flota compartida que permite reservar por franjas horarias vehículos ecológicos. En 2021 se han desarrollado también dos programas pilotos que mejoran el impacto ambiental de las flotas de la compañía, uno de investigación y fabricación de materiales más ligeros para los furgones blindados y otro para el uso en estos vehículos de motores ecológicos de gas licuado de petróleo.

En el marco de su Plan Director de Sostenibilidad para el periodo 2021-23, Prosegur ha implementado un programa de iluminación eficiente que prevé sustituir el conjunto de su luminaria por soluciones LED. La delegación de Madrid-Vicálvaro, en España, ha sido pionera en esta iniciativa que va a hacer posible una reducción del 30% del consumo total de energía. En estos momentos, se ha entrado ya en una segunda fase cuyo objetivo es la instalación de nuevas luminarias eficientes en 19 sedes de España y Portugal, lo que implicará un 35% de la huella de carbono, una reducción del 50% del consumo eléctrico y un impacto ambiental de 225 toneladas de CO2. Otra iniciativa ambiciosa y de notable potencial es la instalación de placas solares fotovoltaicas. Empezó en 2020 en 15 de las delegaciones de Prosegur Cash en Brasil y se extendió a Europa a mediados de 2021. Se espera que suponga una reducción de emisiones de dióxido de carbono de alrededor de 348 toneladas y que permita autogenerar un 15,4% de la energía general demandada.

Hace 24 años, en marzo de 1998, tuvo lugar en Austria el primer Encuentro Internacional sobre Eficiencia Energética, una cita que en su momento recibió una cobertura mediática más bien modesta. La cumbre aprobó una serie de recomendaciones estratégicas para incrementar la sostenibilidad de las acciones cotidianas tanto de empresas como administraciones o particulares que ya incluía, por ejemplo, el uso de diodos emisores de luz (LEDs) como alternativa a las fuentes de iluminación convencionales. Entre las conclusiones del evento estaba la propuesta de que el 5 de marzo se convirtiese en Día Mundial de la Eficiencia Energética, algo que se hizo efectivo en 1999.

Las primeras iniciativas gubernamentales y empresariales para reducir de manera drástica el consumo energético se produjeron en la década de 1970, coincidiendo con el embargo de envíos petrolíferos a Occidente establecido por los países árabes de la OPEP en octubre de 1973. Por entonces, lo que hoy conocemos como eficiencia energética se denominaba “conservación de recursos”. La llamada línea “conservacionista” se impuso sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y Países Bajos, las tres economías más afectadas por el embargo. El Congreso estadunidense creó en 1977 su Departamento de Energía, una institución que promovió desde el principio medidas hoy tan habituales como la optimización de la luz natural, el aislamiento térmico de las viviendas o el apagado de termostatos.

En sus orígenes, era un concepto económico y geopolítico que tenía que ver sobre todo con promover un uso austero de la energía. En las últimas décadas, la eficiencia pasa en primer lugar por la promoción de fuentes de energía renovables y la reducción de la huella de carbono. El compromiso con el medio ambiente y la firme apuesta por el futuro del planeta han ido sustituyendo de manera gradual a las preocupaciones geoestratégicas. Desde la celebración en 2015 en París de la 21ª Conferencia Mundial Contra el Cambio Climático, el mundo dispone de una hoja de ruta concreta para impulsar la descarbonización y combatir el calentamiento global. El objetivo de este compromiso internacional, suscrito por 191 países y conocido como Acuerdo de París, es limitar el aumento medio de las temperaturas a un máximo de dos grados al final del siglo XXI.

En octubre de 2021, la Alianza por el Ahorro Energético (Alliance to Save Energy, ASE), propusoa una serie de actuaciones concretas para reducir el derroche de energía y las emisiones de carbono. Algunas, como recurrir a la luz y la refrigeración naturales siempre que sea posible o sustituir la iluminación tradicional por soluciones LED (que consumen incluso un 90%), resultan de sentido común. Otras, como renunciar en la medida de lo posible a los calentadores de agua, responsables del 19% del consumo energético doméstico o recurrir a reguladores de corriente para conectar dispositivos, requieren una cierta disciplina, pequeños sacrificios cotidianos o pautas de consumo inteligente. Por último, la ASE recomienda también recurrir a los servicios de algún experto en eficiencia, optar a ayudas y subvenciones públicas para completar la transición de tu hogar hacia el consumo exclusivo de energías renovables, invertir en aislamiento térmico y, sobre todo, expresar de manera activa tus convicciones ecológicas y tu apoyo a las políticas de sostenibilidad tanto mediante el voto como en los debates públicos y procesos de participación ciudadana. En palabras de la organización: “Es urgente y es tarea de todos. También tuya”.

Como primera economía mundial y conjunto de países con un mejor índice de desarrollo humano (IDH), la Unión Europea ha asumido la responsabilidad de liderar la lucha contra el cambio climático con compromisos medioambientales más exigentes y ambiciosos que los que se estipulan en el Acuerdo de París. El marco general de trabajo prevé que la Europa comunitaria se convierta en espacio climáticamente neutro en 2050. Para conseguirlo, se ha diseñado un plan general con una serie de etapas intermedias conocidas como los Objetivos Europa 2030. Se trata de una serie de líneas de actuación inspiradas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas cuya meta es que las emisiones de dióxido de carbono en el conjunto del territorio de la Unión se hayan reducido en 2030 al menos un 55% con respecto a las de 1990.

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