El Ojo de Halcón se hace más inteligente e interactivo
A través de puestos de vigilancia dotados de Inteligencia Artificial, los vigilantes detectan el 99% de situaciones anómalas, interactúan, previenen, disuaden y actúan en tiempo real. Una nueva actualización de 2022 mejora el software de análisis de vídeo.
Más interacción y ‘machine learning’
Seguridad 360º e híbrida
Se llama Ojo de Halcón, combina las ventajas de la vigilancia física y la digital en remoto para proteger tanto el sector residencial como el de las instalaciones industriales, es pionero en España y Prosegur acaba de lanzar una nueva versión potenciada con capacidades tecnológicas inéditas. Pero primero empecemos por entender cómo funcionaba antes del rediseño:
1. Un equipo de vigilantes monitoriza en remoto las cámaras repartidas por el perímetro y en los accesos. Pero aporta un elemento único: un tótem —estructura metálica de dos metros instalada en la entrada del edificio— con una pantalla donde se proyecta la imagen real de los vigilantes que operan desde el centro de control.
2. Además, el tótem incorpora un micrófono y un altavoz para que los vigilantes intervengan de forma directa y se comuniquen bidireccionalmente con las personas del entorno. Por ejemplo interpelan a alguien que se ha colado en el portal. O responden a un propietario que pide ayuda porque ha sufrido un accidente.
3. Cuando detectan un peligro grave como un intento de forzar una puerta o saltar el perímetro, accionan una potente sirena y las luces estroboscópicas instaladas en el tótem, además de avisar inmediatamente a un equipo de Acuda Prosegur (vigilantes motorizados que se desplazan al lugar en minutos), a la Policía o a un servicio de emergencias, según el protocolo de cada caso.
4. Los vigilantes están entrenados en esta especialidad, ven lo que normalmente el ojo no ve y rotan en turnos. “Se enfocan al 100% en la seguridad, sin distracciones ni sentirse obligados a conversar con un vecino. Somos profesionales de la vigilancia, no somos porteros ni hacemos labores de conserjería, y el tótem impone respeto, tiene un comprobado efecto disuasorio”, explica Alberto Recarte, responsable de la Propuesta de Valor del servicio.
Para Slelatt, “puede cambiar el paradigma de la seguridad gracias a que la IA aprende constantemente de los nuevos entornos”. Por ejemplo, en la protección de bienes de equipos industriales que requieren una red compleja de puestos de vigilancia capaz de una protección holística, de 360º. Algo fuera del alcance de las alarmas que no pueden vigilar presencialmente diferentes puntos de la instalación al mismo tiempo. De ahí que la vigilancia híbrida —física más Ojo de Halcón— pudiera ofrecer nuevas soluciones en grandes urbanizaciones, complejos industriales o zonas con un tráfico intenso de personas como un centro comercial.
La evolución tecnológica no se detiene. Los algoritmos se afinan constantemente a partir de su experiencia y los puestos se refuerzan mediante cámaras que ajustan su sensibilidad a las condiciones meteorológicas —una zona muy ventosa, por ejemplo—, ópticas especiales con zoom de largo alcance o visión nocturna capaz de reconocer colores. El ojo humano también se perfecciona: los vigilantes se entrenan en las capacidades de la IA para reducir los tiempos de respuesta, mientras los responsables del servicio analizan los nuevos tipos de incidentes y definen los protocolos para que los vigilantes siempre sepan qué hacer, qué no hacer y a quién avisar en cada escenario.
Slelatt resume su proyección: “Es distinto, impresiona su capacidad de respuesta. Cuando los usuarios entiendan su nuevo concepto de vigilancia inteligente, que siempre hay personas detrás y combina lo mejor de lo presencial y lo digital, se abrirá un gran espacio en el mercado”.
El nuevo servicio no cambia su esencia, pero “implica un salto de capacidad gracias a que combina inteligencia artificial e inteligencia humana”, apunta Sebastián Slelatt, director global de SMB en Prosegur Alarms. Ha evolucionado hacia el sistema de puestos de vigilancia proactiva, es decir, despliega diferentes sistemas compuestos todos ellos por cámaras inteligentes, luces estrobo, sirena y altavoz.
Esto implica que el vigilante ahora puede interactuar desde cada puesto de vigilancia, por ejemplo con una persona que baja por la rampa del garaje para comprobar si es un vecino o alguien ajeno que no debería estar ahí. El cliente puede optar por la instalación completa, incluido el tótem para contar con su plus de efecto disuasorio, o prescindir de él y contar con el mismo servicio de vigilancia a un coste menor.
Otra diferencia crítica: se refuerza con un software IA para análisis de vídeo, algoritmos de identificación de anomalías que diferencian las personas de otros elementos —un animal, una rama que se mueve… — y una capa de machine learning para deducir patrones de comportamiento. Por ejemplo sabe que de las 10 de la mañana a las dos de la tarde los días laborales se acumula gente en una zona del perímetro que linda con una oficina municipal. Pero esa misma presencia un sábado de madrugada es sospechosa y automáticamente proyecta la imagen en el monitor del vigilante. “Esa combinación persona/máquina asegura un 99% de éxito en el reconocimiento de anomalías, por no decir el 100%”, apunta Recarte.
No solo hablamos de prevención, disuasión e intervención en tiempo real, sino de cumplimiento normativo. Casi nadie lo sabe, pero en países con leyes de protección de datos como la española es ilegal que los porteros controlen las cámaras de vigilancia. Si ocurre algo los propietarios pueden ser sancionados y amonestados. Además, el servicio es útil en juicios o investigaciones policiales porque conserva en la nube las grabaciones de los eventos