La criptología también es un asunto de científicos
“Estudio de los sistemas, claves y lenguajes ocultos o secretos”. Esa es la única y escueta entrada del término criptología en el diccionario de la Real Academia, que también reserva un espacio para la criptografía, el “arte de escribir con clave secreta o de un modo enigmático".
De estas dos definiciones se deduce con facilidad que hablamos de disciplinas con un largo recorrido histórico: todas las civilizaciones han tenido interés en mantener códigos secretos. Puede que el auge de blockchain y bitcoin hayan puesto de moda todo lo cripto –de krypyo, oculto en griego clásico– pero no se trata de un invento, ni mucho menos, del siglo XXI, ni está ligado al mundo empresarial y financiero.
Históricamente, la criptología se desarrolló en un entorno muy distinto al del dinero: el militar. Hay ejemplos de utilización de la criptología en la militarizada Esparta, las guerras de religión de la Francia del siglo XVI o la Guerra de Crimea, por poner algunos ejemplos. Pero el mayor desarrollo de la criptografía en el ámbito militar se dio en la primera mitad del siglo XX, con motivo de los dos conflictos mundiales.
Hasta tal punto fue importante el uso de la criptografía en aquel periodo que se considera que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados fueron capaces de descifrar los códigos de Enigma, la máquina que utilizaba la Alemania nazi para sus comunicaciones marítimas en el norte del Atlántico. Lo logró un equipo especializado en el que figuraba el británico Alan Turing, considerado como el padre de la criptología moderna.
El perfil de Turing –popularizado a raíz de la película The Imitation Game, de 2014- responde al arquetipo de académico y científico que impulsó la criptología moderna. Son expertos en ciencias de la computación, matemáticas, lógica, física... Claude Shannon, estadounidense cuyas investigaciones sobre codificación también fueron utilizadas contra la Alemania nazi, se ajusta así mismo a esas áreas de conocimiento.
En el último cuarto del siglo XX, el foco en la criptología giró, en parte, del entorno militar (y en consecuencia público) al empresarial, coincidiendo con el boom de la informática. Consecuentemente, los grandes ‘popes’ aun en activo de la criptografía añadido a esas competencias una mayor especialización en ciencias computacionales. Es el caso de Phil Zimmermann, que inventó en 1991 el primer software de encriptación ampliamente utilizado, bautizado como PGP (Pretty Good Privacy, Privacidad bastante buena), y de Nick Szabo, quien desarrolló una moneda digital precursora de bitcoin y esbozó el concepto de “contrato inteligente” en blockchain.
Una cita sobre criptología
Por tanto, los expertos en computación ocupan ahora el centro de la escena en el estudio de la criptología, una disciplina empresarial, científica y académica en auge que atrae a diferentes perfiles técnicos. Una buena muestra es la Central European Conference on Cryptology (CECC), que se ha celebrado entre el 23 al 25 de junio en la Facultad de Informática de la Universidad de Debrecen, en Hungría. Es la vigésima edición de una cita que empezó a celebrarse cuando ni siquiera existía bitcoin, una demostración de que la criptología está muy encima de posibles modas.
En la CECC 2021 se han celebrado ponencias de asuntos como la esteganografía (la ocultación de mensajes en otros soportes de tal forma que ni se perciba su existencia), las criptodivisas o el impacto de la computación cuántica en el futuro de la criptografía. Ese es precisamente uno de los grandes asuntos en la agenda de los expertos científicos, pues la computación cuántica pone en riesgo la criptografía tal y como la conocemos. La lucha por ocultar y descifrar mensajes no parece tener fin: cambian las herramientas y los enfoques, pero no decae el interés científico.